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lunes, 14 de diciembre de 2015

Nuestra Señora del Valle de Écija, ciudad colonial

Límites del virreinato del Perú en la actualidad
La llegada de los castellanos a América inició un proceso de descubrimiento, conquista y explotación de todo el continente. A mediados del siglo XVI eran posesiones castellanas las Antillas, México, Centroamérica y gran parte de América del Sur. Muchos indios habían sido pacificados (y evangelizados) incluidos en las encomiendas (señoríos entregados a los conquistadores comprendiendo tierras, recursos y población india). La administración castellana se había organizando a partir de los virreinatos, la mayores unidades administrativas, el de Nueva España al norte y el virreinato de Perú en Sudamérica, que a su vez se dividían en provincias. Una de las provincias del virreinato de Perú era la provincia de Popayán, acutalmente en territorios de Colombia y Ecuador. Esta provincia dependía de la Real Audiencia y la Cancillería de Quito, y con la división del siglo XVIII quedaría en el virreinato de Nueva Granada.

Para mediados del siglo XVI, inmersos en el doble proceso de consolidación de lo conquistado y de expasión hacia nuevos territorios, la fundación de la ciudad de Nuestra Señora del Valle de Écija constituye un buen ejemplo del proceso seguido por los españoles para la fundación de nuevas ciudades en el Nuevo Mundo. La zona de la que hablamos está compuesta por una sucesión de valles y montes entre las provincias de Mocoa, Putumayo y San Miguel. Hoy en día constituye una de las principales reservas naturales del mundo pero sin posibilidades de llevar a cabo una actividad agrícola de gran productividad por la excesiva humedad y la fragilidad de sus suelos. No obstante, para el nivel de explotación de la época precolonial y colonial, los indios (principalmente los indios sucumbíos) obtenían un gran número de productos: maíz, legumbres, yuca, miel,...Incluso se hablaba de la riqueza aurífera de algunos de los ríos de la zona. 

Virgen del Valle alrededor siglo XX |   Foto: E.Montoya





No se conoce la razón por la que una nueva ciudad colonial se bautizó con el nombre de Nuestra Señora del Valle de Écija. Posiblemente alguno de los soldados de la expedición o tal vez el propio jefe de la expedición Juan Galíndez fuera natural de Écija. El capitan general Galíndez había recibido licencia del gobernador de la provincia de Popayán para lanzar una expedición que controlara a los nativos que acosaban a los indígenas pacíficados. Con el permiso oficial se podían reclutar soldados en toda la provincia. Además, Galíndez muy probablemente poseería una encomienda de la que se abasteció de un grupo de indígenas encargados de transportar los pertrechos, levantar campamentos o hacer de intérpretes con los otros indios, puesto que la idea de la expedición (al menos en teoría) era lograr la pacificación de los indios beligerantes a través de regales, dádivas y, sólo como último recurso, a través de la fuerza.

La fundación de la Écija americana formaba parte de un programa de conquistas de nuevos territorios para la gobernación de Popayán, para Castilla en definitiva. Nuestra Señora del Valle de Écija se fundó el 17 de abril de 1596 en una zona delimitada por el río Guamuez, afluente del río Putumayo, al norte, y el curso del río San Miguel al sur. La expedición había recorrido un trayecto lleno de aventuras, duros trabajos, sacrificios,...Los soldados habían padecido hambre, enfermedades, deserciones de compañeros e incluso tuvieron que recibir la ayuda de una segunda expedición capitaneada por Alonso de Ahumada

Plano de Santiago de Chile, siguiendo las ideas renacentista
Juan Galíndez siguió el protocolo habitual para la fundación del nuevo emplazamiento. En 1573 Felipe II había mandado recopilar en las "Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias" las normas a seguir para la fundación de las nuevas ciudades coloniales. En primer lugar, las tropas perfectamente uniformadas recorrieron el perímetro del campamento y el capitán general fundó la ciudad tras clavar su espada en el suelo. Se indicó el lugar donde a partir de entonces se impartiría justicia y se ordenó delimitar los confines de la ciudad. Como regulaban las mencionadas Ordenanzas, se trazó la Plaza Mayor de la que partirían las calles de modo rectilíneo y paralelo hasta los límites del poblado, con clara influencia de los ideales renacentista. Además se establecerían los emplazamientos de templo, cabildo, cárcel,...

Posteriormente se nombraban los cargos municipales y oficiales encargados de la administración local hasta principios del siguiente año. Se nombraron dos alcaldes ordinarios, también conocidos como justicias que presidían el ayuntamiento, cuatro regidores que aseguraban el abastecimiento y la administración de intereses económicos, y un alcalde de la Santa Hermandad, que hoy podríamos tomar como representante de las fuerzas de orden público junto con el alguacil mayor. También se nombró un procurador y mayordomo de la ciudad, un mayordomo de la Iglesia y un escribidor del cabildo.

Río Guamuez en Colombia
Con todo lo hecho, quedaba uno de los actos más importantes de cualquier fundación de ciudad, el repartimento de indios para la formación de encomiendas, el principal de los alicientes para muchos de los soldados que formaban parte de ésta y de cualquier expedición de conquista en América. Aunque esto es otra historia, el repartimiento de indios generó una serie de dificultades que lo fue demorando en el tiempo. El existencia de esta Écija americana fue efímera y no ha llegado hasta la actualidad como sí otras ciudades que formaron parte de las conquistas españolas en la zona como Pasto o Cali, pero sin duda constituye un claro ejemplo de la presencia ecijana en ultramar y de fórmulas establecidas del gobierno para la creación de nuevas ciudades.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
GOMEZ ALVAREZ, Antonio María., "Nuestra Señora del Valle de Écija: fundación y encomiendas" en Écija y el Nuevo Mundo. Actas del VI Congreso de Historia. Écija: Ayuntamiento de Écija y Diputación Provincial de Sevilla, 2002. 
NAVARRO GARCÍA, Luis (coord.). Historias de las Américas. Madrid - Sevilla: Ed.Alhambra-Longman-Quinto Centenario-Universidad de Sevilla, 1991.

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