lunes, 19 de mayo de 2025

Entre rejas y ruinas.

El tema de este artículo debía ser la antigua cárcel de Écija, no aquella que todos ubicamos fácilmente en Puerta Cerrada, sino de otra anterior, una más difícil de localizar porque, a medio caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna, se encontraba en diferentes dependencias propiedad del cabildo municipal. ¿Y por qué debía pero no va a ser? Porque mientras nos documentábamos para poner en contexto la historia de esta institución, nos han parecido tan interesantes los datos que hemos ido recopilando que la cárcel vieja tendrá que esperar a una nueva ocasión y en esta entrada os contaremos cómo se organizaban las cárceles en la Castilla de los siglos XIV, XV o XVI.

Vista de la cárcel de la corte de Madrid
Louis Meunier
El concepto de cárcel de aquella difería bastante del actual. La privación de libertad y permanencia en la cárcel no constituía una pena en si, no era una forma de pagar tus delitos. Más bien, la estadía en este lugar era el paso previo a cumplir con la condena en si. Entre sus muros los reos pasaban los días hasta que se decidía qué se haría con él, cuál sería su condena y, en definitiva, asegurar la disponibilidad del enjuiciado en el momento de ser juzgado. 

Tal vez por ese mismo motivo, ser lugar de paso, no existía preocupación alguna por mantener en buenas condiciones el recinto carcelario. La cárcel no era un edificio aislado y alejado de la ciudad sino que hablamos de calabozos pequeños, sótanos de edificios públicos o mazmorras en unas condiciones de insalubridad patentes y extendidas por toda la península Ibérica. En la propia cárcel de Écija existen testimonios de muros en evidente riesgo de derrumbe, de puertas que por su mal estado facilitaban la huida de los presos o de acumulación de excrementos y orines que no permitían el paso por el mal olor que existía.

Los motivos para acabar en la cárcel eran diversos: robos, hurtos, agresiones, adulterio, atentados contra la vida, alteración del orden público... También se "liberaban" las calles de mendigos o prostitutas. En el caso de prisioneros por deudas, las condiciones de hacinamiento, convivencia con parásitos, habitaciones malolientes... podían aconsejar un pronto pago para liberarse de la inmundicia. Otro modo de presión para los malos pagadores era encarcelar a hijos o mujeres hasta que quedaba demostrado que no tenían bienes propios con los que satisfacer la deuda de su padre o marido.



sábado, 10 de mayo de 2025

Cuando perdimos la cruz de San Juan

 Tan solo con leer el título de nuestra entrada cualquier cofrade ecijano sabe de qué vamos a escribir. Exactamente. Hoy nos vamos a detener en cómo una joya de plata y carey, la cruz que pertenecía a la hermandad de San Juan se perdió y desde hace más de cincuenta años forma parte central del patrimonio de la cofradía de las Penas de San Vicente de Sevilla.

Siguiendo lo recogido por el historiador Gerardo García León, la cruz había sido encargada en1734 por el Marqués de Alcántara del Cuervo, por aquel entonces hermano mayor de la corporación ecijana. Aunque durante cierto tiempo se habla de orígenes americanos, en realidad, fue encargada al maestro ebanista Juan Francisco de Pareja, vecino de Andújar. Desde entonces, la cruz se utilizó tanto para los desfiles procesionales en la madrugada del Viernes Santo como durante el tiempo que la imagen permanecía en su camarín.

Jesús Nazareno de San Juan
con su antigua cruz
(Laboratorio de Arte)

Así llegamos a 1958. En ese año se decide ampliar la canastilla del paso del Nazareno y se modifica la posición del Señor. Algunos estudiosos hablan de una "granpoderización" de la imagen y, como en el caso de Jesús del Gran Poder, se intenta conseguir una sensación de avance inclinando ligeramente el torso. Con estos cambios y la ampliación de las andas, la cruz queda en desuso y es sustituida por una cruz arbórea de dimensiones más acordes con el nuevo paso.

Es en este momento cuando debemos introducir en esta historia a Ricardo Comas, pintor y profesor de dibujo que realiza, en aquellos años, diferentes encargos para Écija, entre ellos la decoración de la iglesia de San Juan. No es muy descabellado concluir que durante sus trabajos, Comas conociera de la existencia de la joya que poseía la hermandad de San Juan y que, sabiendo también del crecimiento que estaba viviendo en aquellos momentos la corporación de San Vicente, avisara a Juan Carrero, uno de los artífices del auge de la cofradía sevillana.

Siguiendo el relato del propio Carrero en La Hermandad de las Penas: Su Historia, Comas le mostró una fotografía de la cruz y también sobre el deteriorado estado en la que se encontraba la misma. En el verano de 1966, otro hermano de las Penas le facilitó a Juan Carrero una serie de fotografías que confirmó del extraordinario valor de la cruz. Ese hermano era el músico Antonio Pantión, autor de la archiconocida marcha de procesión Jesús de las Penas, y que había acudido a Écija para el acompañamiento musical en algún acto litúrgico.

Después de esto los acontecimientos se precipitan. Comas se ofrece a trasladar la cruz a Sevilla. En marzo de 1967 llega la cruz a San Vicente donde los miembros de la Junta de Gobierno constatan tanto la riqueza de la obra como su mal estado. A principios de abril, el cabildo de la hermandad ecijana autoriza la venta y un grupo de donantes de las Penas hacen entrega de una señal de 15.000 pesetas. Ese mismo mes, el arzobispado autoriza la compraventa entre las dos organizaciones religiosas y a finales de mes se cierra el acuerdo al entregarse la cantidad restante (110.000 pesetas).

Jesús de las Penas
con la cruz de San Juan
(cuestiondecofradias.blogspot.com)
Por 125.000 pesetas se marchó para siempre esta joya de incalculable valor. Una pérdida irreparable para el patrimonio ecijano. Si os sirve de referencia, el coche más popular en la década de los 60, el SEAT 600, costaba entre 60.000 y 80.000 pesetas; un trabajador medio podía tardar más de cuatro años en alcanzar esa cifra y podía ser suficiente para comprar un piso pequeño o una casita en barrios periféricos o en zonas rurales o la entrada de un piso en un capital como Madrid y Barcelona.









BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Carrero Rodríguez, J. (2000). La Hermandad de las Penas: Su historia. Hermandad de las Penas de San Vicente.

García León, G. (1993). La cruz de las Penas de San Vicente. Laboratorio de Arte, (6), 305–310.

Rodríguez, J. A. (2017, enero 10). Así llegó la cruz de carey a las Penas de San Vicente. ABC.


sábado, 3 de mayo de 2025

Villegas Marmolejo, pintor renacentista en Écija

Pedro de Villegas Marmolejo fue un pintor sevillano renacentista que, además de su trabajo en este arte, también tuvo su reconocimiento como escultor, policromador y retablista. En su biografía se puede descubrir un perfil de persona culta, humanista bien instruida, con relaciones con los grandes políticos de la época (es conocida su amistad con Arias Montano, que ocupó cargos destacados con Felipe II) y reconocido coleccionista de obras de artes.

A pesar de este extenso currículum y de la calidad de su producción, la obra de Villegas Marmolejo no es tan conocida como podría esperarse. Esto se debe, en primer lugar, a que en líneas generales el Renacimiento sevillano quedó a la sombra del Barroco, una etapa tan destacada con Velázquez, Murillo, Zurbarán... que eclipsó todo el arte anterior. También porque después de muchas vicisitudes (conflictos, incendios, desamortizaciones...) gran parte de sus cuadros han ido desapareciendo.

No obstante, cualquier estudioso de arte y, más en concreto, de la pintura reconoce a Villegas Marmolejo como un pintor destacadísimo de su periodo. Bebió de las influencias de la época pero con la capacidad para crear un estilo propio y adaptarlo a su lenguaje. Se le considera un pintor romanista, esto es, inspirado en las ideas del Renacimiento italiano al que dotó de detallismo, del uso de colores sobrios y de un gran esfuerzo por conseguir armonía a través de la composición.

En la provincia de Sevilla y en su capital se conservan algunos ejemplos de sus obras. En el retablo de la Visitación de la Catedral de Sevilla dejó constancia de su capacidad para aunar pintura y escultura pero existen otros ejemplos como la Anunciación de la iglesia de San Lorenzo o varias obras para el Hospital de las Cinco Llagas. En el caso de Écija, durante toda su trayectoria profesional realizó varios encargos. Muchos de ellos se concentran en la década de 1570 donde realiza las pinturas del retablo de San Lorenzo para la iglesia de Santa María, trabaja en el dorado y estofado del retablo de San Marcos de la iglesia de Santiago y lleva a cabo el retablo (hoy desaparecido) para el sagrario de la iglesia de Santa María.

En cualquier caso, dos de sus obras más destacadas no sólo en Écija sino en toda su producción, las ejecutaría casi veinte años antes. Se tratan de dos cuadros con la misma temática, Cristo como fuente de la Vida, que realiza para las iglesias de San Gil y Santa Cruz en 1554 y 1555 respectivamente. Estas obras, cargadas de simbolismo cristiano, representaban la idea de que sólo a través de Cristo se podría alcanzar la Salvación. En su estudiada composición, Cristo aparece en el centro del cuadro y sobre una fuente mientras de las heridas de su cuerpo mana sangra. La fuente representaba el Bautismo y la Redención. La sangre es recogida con cálices y vasos sagrados por una galería de personajes que representan a la Iglesia (sacerdotes, obispos, cardenales e incluso el Papa).