El tema de este artículo debía ser la antigua cárcel de Écija, no aquella que todos ubicamos fácilmente en Puerta Cerrada, sino de otra anterior, una más difícil de localizar porque, a medio caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna, se encontraba en diferentes dependencias propiedad del cabildo municipal. ¿Y por qué debía pero no va a ser? Porque mientras nos documentábamos para poner en contexto la historia de esta institución, nos han parecido tan interesantes los datos que hemos ido recopilando que la cárcel vieja tendrá que esperar a una nueva ocasión y en esta entrada os contaremos cómo se organizaban las cárceles en la Castilla de los siglos XIV, XV o XVI.
El concepto de cárcel de aquella difería bastante del actual. La privación de libertad y permanencia en la cárcel no constituía una pena en si, no era una forma de pagar tus delitos. Más bien, la estadía en este lugar era el paso previo a cumplir con la condena en si. Entre sus muros los reos pasaban los días hasta que se decidía qué se haría con él, cuál sería su condena y, en definitiva, asegurar la disponibilidad del enjuiciado en el momento de ser juzgado.
Tal vez por ese mismo motivo, ser lugar de paso, no existía preocupación alguna por mantener en buenas condiciones el recinto carcelario. La cárcel no era un edificio aislado y alejado de la ciudad sino que hablamos de calabozos pequeños, sótanos de edificios públicos o mazmorras en unas condiciones de insalubridad patentes y extendidas por toda la península Ibérica. En la propia cárcel de Écija existen testimonios de muros en evidente riesgo de derrumbe, de puertas que por su mal estado facilitaban la huida de los presos o de acumulación de excrementos y orines que no permitían el paso por el mal olor que existía.
Los motivos para acabar en la cárcel eran diversos: robos, hurtos, agresiones, adulterio, atentados contra la vida, alteración del orden público... También se "liberaban" las calles de mendigos o prostitutas. En el caso de prisioneros por deudas, las condiciones de hacinamiento, convivencia con parásitos, habitaciones malolientes... podían aconsejar un pronto pago para liberarse de la inmundicia. Otro modo de presión para los malos pagadores era encarcelar a hijos o mujeres hasta que quedaba demostrado que no tenían bienes propios con los que satisfacer la deuda de su padre o marido.
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