Pedro de Villegas Marmolejo fue un pintor sevillano renacentista que, además de su trabajo en este arte, también tuvo su reconocimiento como escultor, policromador y retablista. En su biografía se puede descubrir un perfil de persona culta, humanista bien instruida, con relaciones con los grandes políticos de la época (es conocida su amistad con Arias Montano, que ocupó cargos destacados con Felipe II) y reconocido coleccionista de obras de artes.
No obstante, cualquier estudioso de arte y, más en concreto, de la pintura reconoce a Villegas Marmolejo como un pintor destacadísimo de su periodo. Bebió de las influencias de la época pero con la capacidad para crear un estilo propio y adaptarlo a su lenguaje. Se le considera un pintor romanista, esto es, inspirado en las ideas del Renacimiento italiano al que dotó de detallismo, del uso de colores sobrios y de un gran esfuerzo por conseguir armonía a través de la composición.
En la provincia de Sevilla y en su capital se conservan algunos ejemplos de sus obras. En el retablo de la Visitación de la Catedral de Sevilla dejó constancia de su capacidad para aunar pintura y escultura pero existen otros ejemplos como la Anunciación de la iglesia de San Lorenzo o varias obras para el Hospital de las Cinco Llagas. En el caso de Écija, durante toda su trayectoria profesional realizó varios encargos. Muchos de ellos se concentran en la década de 1570 donde realiza las pinturas del retablo de San Lorenzo para la iglesia de Santa María, trabaja en el dorado y estofado del retablo de San Marcos de la iglesia de Santiago y lleva a cabo el retablo (hoy desaparecido) para el sagrario de la iglesia de Santa María.
En cualquier caso, dos de sus obras más destacadas no sólo en Écija sino en toda su producción, las ejecutaría casi veinte años antes. Se tratan de dos cuadros con la misma temática, Cristo como fuente de la Vida, que realiza para las iglesias de San Gil y Santa Cruz en 1554 y 1555 respectivamente. Estas obras, cargadas de simbolismo cristiano, representaban la idea de que sólo a través de Cristo se podría alcanzar la Salvación. En su estudiada composición, Cristo aparece en el centro del cuadro y sobre una fuente mientras de las heridas de su cuerpo mana sangra. La fuente representaba el Bautismo y la Redención. La sangre es recogida con cálices y vasos sagrados por una galería de personajes que representan a la Iglesia (sacerdotes, obispos, cardenales e incluso el Papa).
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