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martes, 17 de abril de 2012

El origen de la advocación del Cautivo.

En ocasiones, en los estudios históricos terminan uniéndose la realidad con la ficción y se entrecruzan hechos contrastados con otros más próximos a las leyendas o cercanos a las tradiciones populares. Tal es lo que ocurre, por ejemplo, con el origen y arraigo de la advocación de Jesús Cautivo.
Cristo de Medinacelin - Madrid
http://www.vivifir.org/

Iconográficamente, la imagen de Jesús Cautivo tiene su origen en el Ecce Homo y toma como referencia al pasaje evangélico en el que Jesús es presentado al pueblo por Pilatos después de haber sido flagelado y coronado por espinas. Sin embargo, lo que diferencia al Cautivo del Ecce Homo es que mientras que en este segundo se presenta a Jesús con el torso desnudo y mostrando las heridas,  el Cautivo aparece completamente vestido y, normalmente, con pelo natural.

Además, en la representación es habitual que el Señor porte un escapulario con la cruz trinitaria. La advocación está íntimamente vinculada con la congregación de los Trinitarios. Cuando nació la Orden en 1198 fundada por San Juan de Mata tenía como dedicación principial la redención de cautivos, aunque también incluía entre sus propósitos el rescate de reliquias o de imágenes devocionales.

Precisamente la milagrosa recuperación de una imagen de un Cautivo popularizó la advocación. En el siglo XVI, el botín obtenido por los musulmanes en la toma de la plaza española de Mámora, cerca de Argel, incluía una imagen de Jesús Cautivo llegada allí desde Sevilla. Cuando los frailes dominicos acudieron a Fez para negociar su rescate, los infieles impusieron el pago del peso de la escultura en monedas de oro. Sorprendentemente, cuando se colocó la figura en uno de los platos de la balanza y los hermanos depositaron las primeras monedas de oro sobre el platillo,  se inclinó con rapidez como si el peso fuese muy leve.

Jesús Cautivo - Écija, Sevilla.
http://www.lagubiayeltas.com/
Los musulmanes intentaron quemar la imagen, sin causar daño alguno, y lo encerraron en un calabozo como si fuera un cautivo más, extendiéndose por la ciudad una feroz epidemia de peste. Por fin, la efigie fue entregada y, ya en España, los trinitarios trasladaron el Cristo a Madrid donde los duques de Medinaceli lo acogieron bajo su patronazgo. Desde aquellos milagrosos sucesos, la Orden Trinitaria decidió que en cada convento de los trinitarios existiera una imagen bajo la advocación de Jesús Cautivo.


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