El siglo XVIII en España es un periodo de transformaciones comenzando por un cambio de dinastía que se produce a través de la Guerra de Sucesión que tras la muerte sin descendencia del último de los Austrias españoles, Carlos II, supuso la llegada al trono hispano de la dinastía Borbón, personificada en Felipe de Anjou, Felipe V. A partir de entonces el reformismo borbónico intentó adaptar España al modelo francés mediante los Decretos de Nueva Planta. En el caso de Écija, la ciudad seguía siendo principalmente nobiliaria, aunque la mayoría de la población vivía del campo y la artensanía con unas tasas de analfabetismo muy elevadas.
Foto | Écija Barroca: una mirada a través de sus archivos |
Los niveles educativos de la época se asemejaban bastante a los actuales: primario, para el aprendizaje básico; secundario, donde se completaba la formación; y superiores, que hoy identificaríamos con la Universidad. La educación primaria, que nos ocupa en esta entrada, era protagonizada por los maestros de primeras letras, aunque también la podían ejercer ayos o preceptores que, en muchos casos, eran clérigos. Estos maestros se encargaban de los conocimientos básicos: leer, escribir, contar y, como no podía ser de otro modo en aquella España, la doctrina católica. La jornada escolar era muy similiar a la actual, con clases mañana y tarde, y cinco días a la semana (descansando jueves y domingo) pero sin vacaciones estivales.
El trabajo de los maestros de primeras letras estaba regulado por la Real Cédula de 1743 aunque se fue perfilando sus obligaciones y privilegios con nuevas Reales Cédulas en 1758 y 1771, además de las ordenanzas municipales que aplicaban a la ciudad la Real Provisión que en 1749 aprobó Fernando VI. En ella se recogían como requisitos estar aprobados en doctrina católica, la limpieza de sangre,...y también sus privilegios que le asemejaban a los hijosdalgos: posesión de armas, no ser presos si no es por delito de muerte, estar exentos en levas, quintas y sorteos, poder ser veedores o concejales. En las ordenanzas también se establecía la edad de veinticinco años como mínima para poder ejercer como maestro, se fijaban el lugar donde se ubicarían las escuelas y, debido a la ausencia de escuelas pías en la ciudad, la obligación de los maestros de repartirse los huérfanos de Écija.
A lo largo del siglo XVIII, en Écija existieron alrededor de ocho maestros de primeras letras que se completaban con la labor de otros preceptores y también de maestros ayudantes, no pareciendo que existieran maestras o en todo caso en un número muy escaso. La cifra parece que era suficiente para responder a la demanda de la ciudad como demuestra la enorme competencia que existía por hacerse con las escasas concesiones. Además, los maestros cobraban su salario por niño: un real por enseñar a leer, dos reales por escribir y tres reales por enseñar a contar. Sin embargo, la labor de los maestros de primeras letras era más que enseñar a los niños nociones básicas. También ampliaban su salario acompañando a los niños a misa y a pasear los domingos, encargándose de llevarlos desde casa al colegio y viceversa, y otras tareas.
Por último, no podemos olvidar que la expulsión de los jesuitas, que tanta importancia tenían en la labor educativa, decretada en 1769 abría la puerta a una escuela gratuita desconocida hasta entonces. Como resultado, la educación llegó a un mayor número de personas y las tasas de analfabetismo se redujeron aunque mantieniéndose en unos níveles que hoy consideraríamos realmente escandalosos.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
HIDALGO EGEA, Maria del Valle, Educación y enseñanza en la Écija del siglo XVIII en Écija en el siglo XVIII. II Congreso de Historia de Écija. Écija: Ayto.de Écija, 1995.
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