Écija Historia
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miércoles, 15 de abril de 2020
jueves, 10 de enero de 2019
Justo Morterero: buen padre, esposo y maestro
Cuatrocientos kilómetros separan
la ciudad de Écija de la pequeña población de Trijueque, poco más de mil
habitante, en la comarca de la Alcarria, provincia de Guadalajara. Allí nació y
fue bautizado Justo José en septiembre
de 1886, cuando nadie podía imaginar que su vida terminaría varias décadas más
tarde, a punto de cumplir los cincuenta años, en el centro de la Campiña
sevillana.
Justo, Morterero por parte de
padre y Felipe por parte de madre, nació en el seno de una familia de la burguesía
agraria de la región. Aquello le permitió recibir instrucción y en 1911 conseguir
el título de Maestro a través de la Escuela Normal. No obstante, después de un
tiempo como maestro auxiliar en Rentería (Guipúzcoa) decidió cruzar toda la
península para trasladarse a Ceuta donde su hermano tenía una joyería. Justo
conoció en Ceuta a Isabel, su futura esposa, con la que se casó en 1922 y con
la que tuvo cuatro hijos. Además, a través de su matrimonio se convertía en
concuñado de David Valverde, afiliado socialista que llegó a ser alcalde ceutí
y fue fusilado durante la Guerra Civil, y de Emilio Millán, miembro de UGT y
depurado tras la contienda.
Como su tía María, Justo era
partidario de la renovación pedagógica que defendía la “Escuela Nueva”, que intentaba
impulsar una educación basada en el interés de los alumnos a los que intentaba
dotar de una posición activa en el aprendizaje. En 1924 fue nombrado maestro en
Machinventa en Beasaín (Guipuzcoa), después en Rebollosa de Hita (Guadalajara) para estar cerca de su enferma madre y, después del fallecimiento de ésta, en 1933, en Écija. Como miembro de la FETE (Federación de Trabajadores de
la Enseñanza) impartió curso de alfabetización a los adultos de la ciudad en la Casa del Pueblo.
El estallido de la guerra le
sorprendió en Écija y, a pesar de que le pidieron que abandonara la
localidad, Justo consideraba que no había cometido delito alguno para tener que
huir a Portugal como le habían aconsejado. Un militar conocido de Ceuta, temiéndose lo peor, decidió llevárselo a la
Remonta para evitar que lo fusilaran. Aprovechando la ausencia del militar, los
falangistas sacaron del cuartel para trasladarlo a un edificio municipal. A
finales de agosto, fue fusilado acusado de actos propagandísticos contra la
Iglesia. Fue su hija Carmen la primera que recibió la noticia cuando le llevaba comida a su presidio. Durante varios días su hija ocultó la noticia a sus hermanos y a su madre, que embarazada de un quinto hijo, abortó tras recibir la fatídica suerte que había corrido su padre. Su cuerpo fue arrojado a una de las fosas comunes del cementerio municipal y su nombre figura en el monumento en homenaje a las víctimas de la
Guerra Civil erigido en nuestra ciudad.
Absurdamente, después de haber sido fusilado, Queipo de Llano, General Jefe de Ejército Sur, suspendió de empleo y sueldo a Justo, y se le ordenó que contestara urgentemente a un cuestionario sobre su vida política y sindical. Su viuda, Isabel, escribiría una carta a su hermana en la que se preguntaba: ¿Por qué lo mataron si era un hombre honrado, buen padre, buen esposo y buen maestro?
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
www.todoslosnombres.org
www.pablomorterero.blogspot.com
www.gentesdeguadalajara.blogspot.com
miércoles, 2 de enero de 2019
El aislamiento de Écija
Hace unos meses os hablábamos en
nuestro blog de Écija y las distintas epidemias de fiebre amarilla que padeció
la ciudad durante las primeras décadas del siglo XIX. Cuando ocurría esto (y lo
hizo en 1800, 1802, 1804,…) una de las primeras medidas que se tomaban era el
cierre de la ciudad al contacto con vecinos procedentes de otros lugares infectados.
Para ello, las numerosas puertas quedaban tapiadas y se reducían los accesos a
sólo cinco en los que se apostaba una guardia bajo la supervisión continua de
los principales de la ciudad (nobles, eclesiásticos y capitulares).
La situación era grave y no se
andaban con rodeos. Por ejemplo, durante la epidemia de 1804 aquel que
intentara entrar a la ciudad sería castigado con doscientos azotes y diez años
de cárcel. Si lo que pretendías era salir de Écija, pagarías con tu vida tal
imprudencia. A pesar de ello, había quien se arriesgaba. Por ejemplo, en 1800
una vez cerradas las puertas de acceso, se nombraron alcaldes de barrios que
tenían como misión vigilar las entradas clandestinas a la ciudad así como denunciar
a aquellos que caían enfermos, que eran enviados a los lazaretos, donde también
eran obligados a permanecer los viajeros hasta comprobarse que estaban libres
de la enfermedad
No se hacía ningún tipo de
distinción. La noticia del fallecimiento de tres monjes jerónimos en la
epidemia de 1804 hizo que, a pesar de las quejas de la comunidad religiosa, se
cerrara el acceso de la Puerta del Valle y que se aislara al monasterio,
desprovisto a partir de ese momento de asistencia médica y abastecimiento de
víveres. Por aquel entonces, el monasterio guardaba a la Virgen del Valle lo
que provocó también la protesta del pueblo. Igual ocurrió con la zona de la
calle Mayor que ante la acumulación de casos quedó abandonada a su suerte en
ese mismo año.
El curso del río Genil era una
frontera natural idónea para establecer un cordón sanitario que permitiera
evitar que la epidemia siguiera avanzando. Cuando se hizo necesario, se aislaba
completamente la ciudad y los controles se establecían no en las puertas de la
ciudad sino en los límites del término municipal, incluso permitiéndose que la
población trabajara los campos. La
soldadesca entonces se alojaba en cortijos que marcaban el límite con las
poblaciones vecinas.
MARTÍN OJEDA, Marina, "Epidemias de fiebre amarilla en Écija. Años 1800 y 1804" en Actas del V Congreso de Historia de Écija. Écija: Ayto.de Écija, 2000
martes, 21 de febrero de 2017
El porqué de una calle Nueva
El siglo XIX, desde el punto de vista urbanístico, es una etapa de apertura de grandes avenidas que pretendían la modernización de las ciudades y su adaptación a los nuevos tiempos. Durante este siglo se realizan la reforma urbanística de Haussman en París y en España los ensanches de Madrid planeado por Carlos María de Castro y de Barcelona por Ildefonso Cerdá. También a Écija llegaron estos nuevos planes urbanísticos y desde mediados de siglo se estudiaba la necesidad de abrir una nueva vía que mejorara la comunicación en el centro de la ciudad.
Aunque hacia 1850 ya se había planteado la posibilidad de abrir una nueva calle desde la Plaza Mayor hacia el Parque de San Pablo, el proyecto por el que finalmente se optó transcurría hacia el Cerro de la Pólvora. Las discrepancias personales y los problemas económicos retrasaron el inicio de las obras desde 1877 hasta 1883, cuando se dió el visto bueno al proceso de expropiaciones. Los objetivos eran claros: facilitar el tránsito de los carruajes hacia el interior de la ciudad, mejorar las condiciones higiénicas de la ciudad y, por último, reducir la distancia entre los puntos más alejados.
El proyecto definitivo que concluiría con la inauguración de la Avenida Miguel de Cervantes en 1912 mostraba varias ventajas. Con respecto a los gastos necesarios para la expropiación de bienes inmubles, en este área se concentraban varios solares propiedad del Ayuntamiento, además que comparada con otras posibilidades, el precio resultante era menor. Aún así, se intentaría ocupar el menor espacio posible de cada una de las propiedades.
Las razones de higienes también se tuvieron en cuenta. Hasta ese momento, en los meses de verano la atmósfera en la Plaza Mayor era denso y casi irrespirable debido a la ausencia de calles más amplias que provocaran corrientes de aire que "purificaran" el aire concentrado en la plaza principal y que no en pocas ocasiones hacía que los habitantes abandonaran el centro de la ciudad por el ambiente insalubre que se respiraba.
Por último, estaba las mejores de comunicación. Hasta la apertura de la Avenida Miguel de Cervantes, desde el sector sur el acceso a la plaza del pueblo sólo se podía realizar por dos calles estrechas: la calle Cintería y la actual calle Virgen de la Piedad. Evidentemente, ninguna de ellas era propicia para el paso de los carruajes al centro comercial de la ciudad por lo que abrir en el trazado urbano una avenida agilizaría la llegada de los transportes al centro urbano.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
www.iaph.es
LÓPEZ JIMÉNEZ, Clemente: Más allá de la ciudad barroca. La morfología urbana de la Écija contemporánea. Sevilla: Diputación de Sevilla, 2016
MARTÍN SOLER, Antonio, "La Plaza Mayor de Écija en la segunda mitad del siglo XIX" en Actas del V Congreso de Historia de Écija. Écija: Ayto.de Écija, 2000.
MÉNDEZ VARO, Juan: La Avenida Miguel de Cervanes. Écija: Asociación Amigos de Écija, 2011
SAN MILLÁN GALLARÍN, Carlos, "Actuaciones sobre el recinto amurallado de Écija en los siglos XIX y XX y incidencia en la etructura urbana". en Actas del V Congreso de Historia de Écija. Écija: Ayto.de Écija, 2000.
miércoles, 25 de enero de 2017
La repoblación cristiana de Écija
Hacia el año 1240 la ciudad de Écija es conquistada por Fernando III. Los habitantes musulmanes firmaron una capitulación con la que se aseguraban ciertas ventajas: mantener sus propiedades en la ciudad, conservar su status jurídico, su religión,...La entrega del alcázar de la ciudad simbolizó el fin de la etapa musulmana de Écija. Fernando III cedió la fortaleza a su heredero, el infante Don Alfonso quien , a su vez, se la entregó a su amigo Don Nuño González de Lara. La situación se mantuvo igual hasta cuarenta años más tarde cuando Alfonso X puso en marcha la definitiva ocupación de la villa con pobladores cristianos.
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Para proceder al reparto y repoblación de la ciudad, se constituyó una comisión integrada por Martín de Fítero, arcediano de Córdoba; Juan López, escribano real; y el ya mencionado Don Simón, alcalde de la ciudad. Las tareas a realizar fueron varias. Se dividió la zona urbana en cuatro partes que, en realidad, venían a coincidir con los cuatro cuadrantes resultantes del cruce de las dos vías principales que se habían conservado de época romana. A cada parte le correspondió una de las parroquias: Santa Cruz, Santa María, Santa Bárbara y San Juan. Posteriormente, se procedería al reparto de casas entre los nuevo pobladores y, alejándonos poco a poco del centro urbano, a señalar el "término de la legua" - un círculo trazado alrededor de la ciudad con una legua de radio -, las treinta y dos aldeas que se organizaron en el término de Écija y la delimitación de dicho término con respecto a las otras villas colindantes.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
MITRE, E., La España Medieval. Madrid: Istmo, 1999.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., "Repoblación y repartimiento de Écija" en Actas del I Congreso sobre Historia de Écija. Bimilenario Colonia Augusta Firma Astigi. Tomo I. Écija: Ayto. de Écija, 1988.
MITRE, E., La España Medieval. Madrid: Istmo, 1999.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., "Repoblación y repartimiento de Écija" en Actas del I Congreso sobre Historia de Écija. Bimilenario Colonia Augusta Firma Astigi. Tomo I. Écija: Ayto. de Écija, 1988.
SANZ FUENTES, M.José, "Repartimiento de Écija. Estudio y edición" en Historias. Instituciones. Documentos. 3. Sevilla: Universidad de Sevilla, 1976.
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