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lunes, 28 de abril de 2014

Las Nuevas Poblaciones.

En el último cuarto del siglo XVIII un proyecto del ilustrado Campomanes, puesto en marcha por Pablo de Olavide intentaba crear diferentes poblaciones que favoreciesen la seguridad del camino de Andalucía, la fundación de una sociedad modelo y habitar zonas hasta entonces despobladas como los desiertos de Sierra Morena, La Parrilla (de Écija a Córdoba) y de la Monclova (de Écija a Carmona). Meses antes, la reforma agraria ideada por Campomanes, coincidió con la propuesta presentada al Consejo de Castilla por el aventurero alemán Thurrieguel de trasladar población alemana a las colonias americanas. La intervención de Olavide aunó ambos planes en la fundación de las Nuevas Poblaciones con habitantes centroeuropeos y católicos.
Pablo de Olavide


Thurrieguel consiguió unos 6.000 reclutas, en su mayoría alemanes y flamencos, pero también suizos, franceses, italianos,...por los que recibió 326 reales por personas. Embarcaron en Cette, puerto del Golfo de León, destino a Sanlúcar de Barrameda, Almería o Málaga. Testimonio de esta procedencia son los apellidos (Fílter, Duvison, Hebles, Bácter,...) de los habitantes de El Campillo, Cañada Rosal o La Luisiana. La Intendencia de las Nuevas Poblaciones se constituyó en la "quinta provincia" de Andalucía, por aquel entonces formada por los reinos de Sevilla, Jaén, Córdoba y Granada, y a través del Fuero de las Nuevas Poblaciones se reguló su asentamiento que incluía la entrega de cincuenta fanegas para cultivar árboles y viñas más ganado (vacas, ovejas, cabras, gallinas,...). En contrapartida estaban obligados a permanecer diez años en estas nuevas propiedades. A partir de entonces podrían abandonarla tras abonar una sanción económica.

No obstante, proyectar estos asentamientos sin contar con las ciudades y los términos municipales existentes con anterioridad, utilizar tierras que hasta entonces se dedicaban a pasto para ganado o leña para horneros y caleros, y el interés que en esas parcelas podían tener población necesitada generó un enorme descontento que, en ningún caso, puede servir de justificación para el acoso que sufrieron los recién llegados a las feligresías (así se conocían las nuevas poblaciones) de La Luisiana, integrada por las aldeas de El Campillo, Cañada Rosal y Motillas (hoy desaparecida), Fuente Palmera o La Carlota.
"En la Nueva y Real Población de La Luisiana..."

Los ataques protagonizados por jornaleros, caleros y otros trabajadores de Écija eran auspiciados por la oligarquía de la ciudad que no quería perder los baldíos donde pastaba su ganado, ni un nuevo modelo de sociedad que amenzaba las bases sociales del Antiguo Régimen en un entorno tan cercano. El Cabildo acudió al Consejo de Castilla y a la Corte para paralizar el proceso de ocupación que, según ellos, amenazaba el porvenir de gran parte de la población de la ciudad. Los funcionarios encargados del reparto de lotes de tierras en los nuevos núcleos tampoco estuvieron acertados y comenzaron a acotar sin permiso dentro de los límites del término municipal, dando excusa al Cabildo ecijano para enviar un destacamento militar que paralizó el proceso.

A pesar de que Olavide achacaba las reclamaciones de Écija a intereses particulares, la Corona nombró a un visitador que entre abril y agosto de 1769 lo relegó en esta zona. La presencia del visitador no solucionó ni puso fin al acoso sobre los recién llegados. De hecho, según Olavide, los robos de noche a los colonos y la quema de barracas no se solventaron con la llegada del visitador, antes al contrario, ya que aquel planteó a los ecijanos la posibilidad de desplazar población a otras zonas como Hornachuelos o Espiel.

Plano de La Luisiana (1782).

La situación no comenzó a estabilizarse hasta que una Real Cédula de Carlos III decretó duros castigos a todos aquellos que amenazaran, coaccionaran o violentaran a los colonos. Por ejemplo, el castigo por robo de ganado se estipuló en doscientos azotes y seis años de arsenales, y por provocar fuegos en las barracas de los recién llegados se castigaba con la pena de muerte. En 1770, de hecho, un ecijano apodado Garrote fue ajusticiado por ahorcamiento como responsable de la muerte de un campesino apellidado Witempert. Un año más tarde, los representantes de la ciudad de Écija y Pablo de Olavide se reunían en La Carlota resultando de aquella conversación varios acuerdos: los baldíos no serían restituidos a la ciudad, se intentaría dejar libre de población las zonas de Veras Huertas, Junquillo y Barranco Bermejo, en La Luisiana se abrirían cañadas reales para el ganado, se estrecharía el término de Cañada Rosal,...

A partir de entonces la relación Écija con los colonos fue mejorando progresivamente a pesar de que no había conseguido su propósito principal. Al cabo de los años, mejoró la convivencia, se aceptaron a los pobladores y terminaron por permitirse los matrimonios mixtos, lográndose finalmente el éxito del proyecto inicial de las Nuevas Poblaciones.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
FÍLTER, J.A.. Las colonias sevillanas de la Ilustración. Cañada Rosal, El Campillo y La Luisiana: 1767-1835. Sevilla: Aytos. Cañada Rosal y La Lusiana, 1996.
FÍLTER, J.A.. Informes de Olavide acerca del comportamiento de la ciudad de Écija con las nuevas poblaciones en Actas del II Congreso de Historia "Écija en el Siglo XVIII". Écija: Ayto de Écija, 1995.
web: Alma Mater Hispalense.

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