Igual que entre 1600 y 1700, la Semana Santa vivió una época de esplendor, en pleno barroco, el siglo siguiente, el siglo XVIII trajo una serie de nuevas normas anunciadas por la Iglesia y por la monarquía, en especial Carlos III, que querían dar a las procesiones un carácter más serio y menos festivo. La Ilustración conllevaba una visión más racional de la religión y, por ejemplo, se prohibieron las penitencias públicas que relacionaban con el miedo y la ignorancia causadas por el Concilio de Trento. Además la Corona deseba mostrar su control sobre todas las actividades sociales, en las que se incluían las procesiones.
Jesús Abrazado a la Cruz | Foto: El Silencio |
Hasta entonces, los cortejos distinguían dos
categorías de hermanos que desfilaban: de luz y de
sangre. Los primeros portaban hachas de cera y al término de la
procesión curaban de sus heridas a los de sangre. Éstos últimos eran hermanos que durante la procesión se flagelaban como penitencia. No
obstante, como resultado de la eliminación de los hermanos de
sangre nace el atuendo del nazareno, curiosamente tomando como modelo el
sambenito, atuendo que la Inquisición colocaba a personas castigadas
por motivos religiosos consistente en un capirote de cartón y una prenda
a modo de túnica. Además, se producen cambios necesarios en el cortejo
organizándose los hermanos en tramos tomando relevancia algunas
insignias como la cruz de guía o el Senatus, más banderas, estandartes,
simpecados,...Delante de los pasos se situaba, como ahora, la
presidencia y el desfile lo cerraba el preste.
En líneas generales se puede decir que el siglo XVIII fue un periodo de decadencia para las cofradías, desapareciendo algunas de ellas. A leyes contrarias a las procesiones (una de estas normas establecía la disolución de las organizadas por gremios sin licencia civil o eclesiástica), se sumó un periodo de decaimiento demográfico y económico que colocaba a las cofradías a las puertas de su desaparición definitiva. Habría que esperar a finales del siglo XIX para que las cofradías volvieran a retomar el vigor de siglos anteriores.
Estandarte de San Juan | Foto: blogdemacareno40 |
Domingo de Ramos.
Hermandad de la Misericordia (Parroquía de Santa Cruz).
Lunes Santo.
Hermandad de San Gil (Parroquía de San Gil).
Martes Santo.
Hermandad de Santiago (Parroquia de Santiago).
Hermandad del Santo Angel, Ecce Homo y Madre de Dios (Convento de Santa Ana).
Miércoles Santo.
Hermandad del Dulce Nombre de Jesús y Madre de Dios (Parroquía de Santa María)
Hermandad de la Oración en el Huerto y Madre de Dios (Convento de San Francisco)
Jueves Santo.
Hermandad de la Sangre (Parroquía de Santa Cruz).
Hermandad del Confalón (Convento de la Victoria).
Hermandad de la Exaltación del Señor y Madre de Dios de la Piedad (Convento de la Merced).
Hermandad de la Vera-Cruz (Convento de San Francisco).
Madrugada.
Hermandad de Jesús Nazareno (Parroquía de San Juan).
Hermandad del Corpus-Christi y Madre de Dios de los Dolores (Convento de Santo Domingo).
Viernes Santo.
Hermandad del Santo Entierro (Parroquía del Carmen).
También, en 1732, José Montes de Oca talló la imagen de Jesús Cansado para la desaparecida capilla de San Gregorio, que, en 1977, se convirtió, con la nueva advocación de Nuestro Padre Jesús sin Soga, en Titular de esa nueva Hermandad, fundada en la iglesia de Santa Bárbara.
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