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miércoles, 13 de mayo de 2015

La Casa de los Balcones olvidados

Alejados de la imagen prototípica de los pueblos andaluces de casas con blancas fachadas encaladas, la realidad histórica de las ciudades nos demuestra que su arquitectura en tiempos pasados estuvo llena de color. Ya los astigitanos en época romana decoraban sus edificios con tonos vivos y, posteriormente, los musulmanes, aunque promotores del uso de la cal, dejaron testimonios de la utilización del color, sin ir más lejos, en las murallas de la ciudad. 

El ejemplo más antiguo que tenemos es la fachada de las Carnicerías Reales siguiendo el proyecto de Hernán Ruíz en la segunda mitad del siglo XVI. Posteriormente, se realizaron pinturas murales en la fachada de las Casas Capitulares y fueron doradas las Ninfas del Salón. En el siglo XVII se pintaron las armas reales de la Ciudad y las del Corregidor en la Casa de Comedias. Así llegamos al siglo XVIII donde colores, elementos decorativos, pinturas murales,... inundan la calle.

El caso más espectacular es el del Palacio de Peñaflor y su famoso balcón. El Marqués de Peñaflor y de Cortes de Graena encargó al pintor madrileño Antonio Fernández un conjunto de pinturas al fresco para romper la monotonía de los 60 metros de fachada de su palacio. Como modelo uso las pinturas de paisajes entre elementos arquitectónicos de moda en Madrid o Granada. De este modo, el Marqués reforzaba la fidelidad a la Corona y el origen granadino del título de Marqués de Cortes de Graena.

El programa giraba en torno al paso de las estaciones y a lo fugaz de la vida. En la parte baja, se utilizaron pilastras y molduras para decorar los espacios entre ventanas, creando ventanas fingidas donde no existían para no romper el ritmo, con tal veracidad que incluso muestran el interior de la vivienda. En el cuerpo superior, en los siete espacios entre puertas, se utilizaron arquitecturas fingidas para enmarcar paisajes bucólicos con pájaros, templetes, puentes, fuentes,...y representaciones de las virtudes: Fortaleza, Prudencia y Templanza. En el voladizo, por encima del largo balcón de hierro, el friso era roto por frontones decorados con cartelas reservadas a la representación de niños.

Tristemente, la Casa de los Balcones Largos se ha convertido en los últimos lustros en la de los Balcones Olvidados. Proyectos fracasados, abandono, apuntalamientos para obras que nunca se realizaron, trabajos de enlucimiento de la fachada mal entendidos y peor aplicados,...Tal ha sido el maltrato que ha sufrido el Palacio de Peñaflor que sólo podemos entender como una casualidad cargada de simbolismo que el mosaico del yacimiento de El Picadero se esté restaurando en sus dependencias. Los dos ejemplos del patrimonio (casi) perdido de Écija.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
CARRASCO, Inmaculada y MARTÍN, Antonio: "El color en la arquitectura: la piel de Écija" en Actas de las II Jornadas de Protección y Conservación del Patrimonio Histórico de Écija. Écija: Amigos de Écija, 2003, pp 45-63.

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